Seguramente alguna vez han observado con sorpresa como al rascar
levemente un "descascarillado" de su automóvil, puerta de su hogar o
electrodoméstico, han descubierto como salía a la luz todo un "pedazo"
del hierro oxidado y podrido que se cae con sólo tocarlo.
La
corrosión, al igual que las manchas de sangre o aceite, es muy
escandalosa y hace que el usuario del objeto se "frustre" o piense que
ese bien material está perdido ya, o que su reparación supondrá elevadas
cifras de dinero para su bolsillo, como es en el caso de su automóvil.
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Pues
bien, como muchos de ustedes quizás tengan tiempo de sobra y
seguramente lo que no les sobre es dinero, hoy vamos a reparar esas
planchas de acero o de hierro corroído con poco material.
En primer lugar, procederemos a liberar la zona de podredumbre de forma general y sacando a la luz,
todo el problema, sin miedo de que salte la pintura que estaba encima del óxido, ya transformado en podredumbre.
De
no eliminar por completo el problema, en poco tiempo nuestro trabajo se
irá al traste ya que debajo, la corrosión no eliminada seguirá haciendo
su trabajo, arruinando las partes saneadas de nuevo.
Contaremos para esto con un martillo, el ideal es éste,
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el de "bola" de chapista, pero nos servirá en casa cualquiera, incluso
de carpintero (sin ser excesivamente grande, no valen por ejemplo,
macetas de albañil....).
Desde el centro de la zona afectada,
procederemos a golpear la chapa con golpecitos secos, sin excesiva
fuerza, pero la suficiente para que caigan los pedazos de hierro
completamente podrido que contiene la pieza y así hasta dejar al
descubierto las partes "sanas" que, aún oxidadas, se mantienen
resistentes al golpe por contener hierro aún utilizable y que se
observan por "asomar" brillantes tras la golpeada.
Un ejemplo práctico sería la de éste baúl de automóvil después del "golpeado" de la superficie podrida:
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El
segundo paso sería "descarnar" del óxido restante la chapa utilizable
ayudado siempre de estos dos instrumentos, grata y cepillo; uno manual y
otro acoplable al taladro de mano:
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Con
el primero removeremos el óxido de zonas complicadas, allá donde el
segundo acoplado al taladro no llega o no hace buena terminación. Hasta
obtener una chapa limpia, parecido a esto:
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El
tercer paso sería proteger la chapa desnuda con el mejor protector que
hay y el de toda la vida, con minio de plomo electrolítico:
E
insisto en que, sobretodo en zonas costeras, no debe utilizarse ningún
tipo de imprimación que no sea esta, no importa la marca, pero sí que
sea este producto.
Lo aplicaremos con cualquier brocha repartiendo en una capa fina y uniforme el producto.
El cuarto paso sería alisar y embellecer la chapa afectada.
Para ello tenemos dos casos:
Que
la chapa además de abollada, esté grávemente agujereada por la acción
de la corrosión, por lo cual, además de alisar, deberemos recomponer y
tapar dicho hueco o agujero.
El el primer caso, utilizaremos
solamente masilla de poliester para chapista,. Viene en dos componentes:
Una lata con una pasta amarilla y el activador que viene en un tubito
tipo "pasta de dientes".
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Se
mezcla con la espátula una pequeña porción con el endurecedor
respetando las proporciones que marca el fabricante del poliester (en
la lata).
Tenemos como unos 8 minutos para extender el producto y
alisar con una espátula de carrocero como la que viene en la imagen
anterior.
Si la superficie a alisar es muy grande conviene hacerlo
por trozos pequeños, pues no dará tiempo a terminar y la masilla se
secará en la espatula antes, siendo entonces imposible extender y
uniformar la pasta.
En el segundo caso, ante la existencia de un
agujero grande, antes del alisado final deberemos aplicar a la chapa un
"parche" para tapar dicho agujero.
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En
la imagen anterior se muestra un parche para cubrir la falta de chapa
que puede ser confeccionado con un trozo malla galvanizada tupida de
acero de venta en cualquier ferretería. El pegado del parche se hará por
la cara anterior (la que no se ve) con la misma masilla de poliester.
Después de esta fácil operación, ya podremos alisar por el anverso como indicamos en el punto anterior.
Una vez dura la masilla de poliester, procederemos al fijado y uniformado de la superficie.
Los
chapistas disponen de máquinas lijadoras circulares y lijas especiales
que simplifican y aceleran esta operación. Pero a nosotros nos bastará
con papel de lija disponible en cualquier ferretería.
Con la ayuda de
un taco de madera rectangular cualquiera que nos quepa en la mano y
tela esméril entrefina (grano 80-100) desbastaremos y reduciremos.
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Si
se trata de un acabado fino, como en un automóvil, afinaremos con lija
al agua, primero del grano 320 y despues de 1000-1200, para acabados
impecables.
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Para
terminar, procederemos a pintar el trabajo. Dependiendo del acabado que
queramos usaremos brocha o rodillo y un esmalte común para hierro (para
puertas, rejas y otros elementos del hogar), o pistola y pintura
especial para automóvil si se trata de acabados extrafinos.